jueves

make-up

Quizá porque estoy leyendo una novela donde unos indios se pintan la cara y el cuerpo, es que me acordé de este polvito terracota con el que me inicié en las artes del maquillaje. El producto se llamaba "indian earth" y fue durante todo un año el objeto de deseo mío y de mis hermanas. Se trataba de una vasija de arcilla con una tapa de corcho que contenía toda la magia de la tierra india. El kit se completaba con un cisne aplicador.
Con solo pasar el cisne por el corcho, ya tenías suficiente para todo el cuerpo. El efecto buscado era el de un bronceado intenso pero el resultado real era como si te hubieras caído de boca en una cancha de polvo de ladrillo. Sin duda, el producto era muy peligroso, sobre todo usado en pieles muy blancas. Lo ideal hubiera sido tratar de maquillarse con luz natural pero ¿quién hace eso? En el baño de mi casa no te dabas cuenta si te ponías mucho o poco. Era una lotería. Ni hablar si te quedaba una parte más pintada que otra y querías emparejar. Podías quedar con la cara radioactiva. Y si querías usar algo escotado las opciones eran o quedar con la cara anaranjada y el cuello blanco, o arriesgarse y terminar pintándote de cuerpo entero (como los indios de la novela de Aira) porque una vez que empezaste no podías parar. El verano traía cierto alivio: si estabas algo bronceada, el contraste no era tan marcado.
Con mis hermanas nos peleábamos a muerte por usar el indian earth (indianerz, obvio). Nos había dado para comprar la vasija más chica y la cuidábamos como si fuera oro. El objeto más preciado era el cisne, que había que ver que no se arruine ni se moje ni nada. De fallar el aplicador, el producto se volvía impredecible: la frente o las mejillas mohicanas en contraste humillante con el resto de la cara.
Pero mis hermanas y yo no éramos las únicas. En las fiestas del club nos encontrábamos todas las pielesrojas, algunas más osadas que otras, luciendo orgullosas nuestro pedacito de cancha de tenis impregnado en la frente. Tuvo que venir el agujero en la capa de ozono para que lo abandonáramos.
Todas las modas tienen algo de ridículo, sin duda, pero creo que con el indian earth rozamos un pico difícilmente superable. No puedo dejar de admirar a los tipos que lo fabricaban, evidentemente eran unos genios.

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