En cambio esta vez, mi hermana, abusando de sus influencias, consiguió a último momento alquilar un traje de Papá Noel que mi padre sudará estoicamente. Vendrán todos a casa, habrá comida y baile.
Hace unos días le pregunté a mi niña qué quería de regalo y me respondió con la lista de cosas que había recibido mi sobrina la navidad pasada: una tabla de Barbie, un teléfono de Barbie y agregó otras por su cuenta el dinosaurio de Toy Story, el chanchito de Chicken Little. Ahh, chucherías dije yo y me fui al tumultuoso barrio de eleven a comprarle a unos chinos todo lo que me llenara los ojos. Quiero aclarar que gran parte de mi esfuerzo como madre consiste últimamente en tratar de reducir el impacto de las princesas en la vida de mi niña (todos sus juguetes se dividen en princesas durmiendo y en príncipes besando, y lo que es peor, hace un año que no logro ponerle pantalones). En vez de un castillo conseguí una casita de muñecas plegable con sus mueblecitos y sus habitantes, una familia de plebeyos (se pliegan, son como play móbiles). También dos muñequitas para jugar y, claudiqué ante una carroza con un pegaso alado y una princesita. Por último, una varita mágica luminosa, una pelota, masa y un juego completo de baldes, palas y molinitos para jugar con arena y agua. Chucherías. Son todas cosas con las que me entusiasma jugar con ella. Volví a mi casa feliz. Escondí todo y a esperar.
Pero, siempre hay un pero. Hoy mi marido vino con que había visto una Barbie Mariposa, que para ser original no era tan cara (mentira, yo sé que es carísima) y que le gustaría regalársela. Ante mi negativa, me retrucó que él no le había comprado nada, que también era su hija y que era lo que ella más quería. ¿Es que no supe interpretar el deseo de mi hija? Me dejó sin palabras, en un estado de contradicción insalvable: no tengo derecho a pasar por encima de las ganas de un padre de hacer el regalo que más quiera, con el agregado jodido de que me hizo sentir una pichulera, que compra porquerías en vez buscar lo mejor para su hija. Y se fue porque llegaba tarde.
Al rato no pude más y lo llamé al celular y le largué todo un speech sobre mis objeciones ideológicas sobre gastar esa plata en esa muñeca con toda la carga semántica que trae aparejada, y de la responsabilidad como padre y del rol de la mujer en la sociedad y... me largó la carcajada. Nos reímos los dos, es cierto, pero nos quedó una conversación pendiente.
3 comentarios:
ojalá actualices más seguido, descubrí tu blog hace como un año.
yo también fui al eleven, es que ahí los precios son imbatibles!
ojalá actualices más seguido, descubrí tu blog hace como un año.
yo también fui al eleven, es que ahí los precios son imbatibles!
Gracias Vivi por reincidir, veremos cómo nos va. Por otra parte, tu blog de recetas es lo que andaba necesitando!
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