miércoles

Gómez

-No te creo. -Vale fue terminante.
-Si no me creés, preguntále a Gómez. -Retrucó Nancy.
-¿Gómez?
-Sí, el chimpancé es de ella porque el papá es cazador.
-¿Segura que era un mono? ¿No sería una tortuga?
-Hambre.
-Si es cazador, el mono tenía que estar muerto, nena. Dejá de mentir.
-¡Era el hermanito de Gómez! -Vale y yo nos reímos.
-Tarada. Gómez no tiene hermanos. Era un chimpancé, te lo juro.
Nos contó que el papá de Gómez trabajaba para un zoológico y que tenía toda clase de animales en la casa: pájaros, monos y conejos. Nancy estaba eufórica, sacudía las manos mientras hablaba. Gómez le había dicho que estaban esperando un tigrecito para fin de mes.
Ellas siguieron hablando pero yo me desentendí. Me imaginé al papá de Gómez, sentado en un escritorio robusto de madera oscura, con un casco marrón y fumando en pipa. Esa casa debería ser inmensa, con distintas habitaciones pobladas de los bichos más extraños. Una biblioteca antigua llena de pájaros blancos. En la cocina, peces, muchos peces de colores. La habitación de Gómez seguro tenía juguetes y peluches que se mezclaban con los otros animales y no sabías muy bien qué era de mentira y qué se podía mover. Y hasta algún cuarto para las serpientes, arañas y lagartos que seguro también comercializaba el buen hombre. Una pequeña Arcadia pero en Almagro. Nació un anhelo. Y con él, nació un problema. Ana Cecilia Gómez era la más tacaña, caprichosa y traicionera de quinto "B" pero yo tenía que encontrar la forma de ser su amiga.
Esa tarde, Luisa me fue a buscar al colegio. Durante años fue nuestra mucama y niñera. Cocinaba como los dioses pero todos la recordamos porque tenía un carácter de mierda. No sé muy bien por qué mi mamá la aguantaba, supongo que sería algo karmático. Luisa vivía de mal humor, peor que eso, iba enojada con la vida, peleada con el mundo, ofuscada de antemano. Era famosa en el barrio por sus malas contestaciones. Cuando quedó embarazada, se puso imposible. Todo la irritaba. Mamá nos pedía paciencia. Si se le cortaba la mayonesa, era preferible irse sin comer. Mi hermana la jodía con que iba a parir al bebé de Rosemary.
Volví a mi casa con la preocupación instalada. No sabía muy bien por dónde empezar y Ana Cecilia Gómez me caía realmente mal. Pero, un tigrecito...
-Luisa, ¿alguna vez te pasó tener que estar con personas que no te bancás?, le pregunté.
Me miró como diciendo ¿me estás jodiendo?
-¿Y qué hacés para ser su amiga?
Gruñó por toda respuesta. No era la informante indicada.
En casa, me encontré con que papá había llegado temprano del laburo. Estaba sentado en el living. Aunque todavía era de día, ya se había puesto el pijama y, destornillador en mano, trataba de arreglar una radio portátil. Pasé delante de él para dejar la mochila. No pude evitar mirarlo con tristeza.