miércoles

felices fiestas

Se terminó el año y yo todavía me siento en octubre. Si sigo así, el espíritu navideño me va a llegar para abril.

martes

pichín

Tengo que hacerme unos análisis: el famoso sangre y orina. El horario de atención es bastante corto y yo a la mañana tan temprano no funciono del todo bien: el día empezó mal. A las apuradas cargo en la cartera las órdenes, el tarrito, un pañal de la niña, pañuelos, los documentos del auto, llaves, dinero, agenda y subimos al auto con la niña disfrazada con la ropa del acto de fin de año, incluido el arreglo floral en la cabeza. Llego al laboratorio y veo que mi cartera está sospechosamente goteando. Lo miro y no lo puedo creer. No atino a nada. Bajo como puedo del auto. La niña baja con un globo rojo enorme. Vamos corriendo porque si no voy a tener que volver otro día. En la recepción, un chico muy simpático me dice que saque un número y espere. Me acomodo en un asiento y saco todo de mi cartera. Un asco. Las órdenes se me empaparon. Uso el pañal de Pierina para ver si absorbe todo. Estoy abandonada al asco. El chico simpático ve a mi hija jugar con el globo, se enternece y me dice: sacale una foto, ¿no tenés celular? Le digo que mi celular es del siglo pasado mientras seco la agenda con una carilina. Sigo tratando de secar el líquido de mi cartera y que no se note tanto el enchastre. Recuerdo las propagandas de pañales y su poder de absorción, no lo compruebo del todo. En la sala de espera, hay antes que yo una madre con un bebé que tendrá como mucho un mes. Lo miro bien y me parece que tiene cara de contador. Me deprime un poco ese pensamiento.
124, dice el chico simpático.
Me levanto para que me atienda. Cuando le doy las órdenes me mira y me dice: "¿no será pichín, esto? Acá se ve cada cosa...
Nooooo, le digo yo muerta de vergüenza y le echo la culpa a Pierina. Me hacen pasar a otra sala donde una enfermera muy malhumorada me mira y me dice: esto está todo mojado de pis.
Yo no le puedo mentir y me doy cuenta de que es un error. Esa mujer es la que me va a pinchar el brazo y está claro de que eso la predispuso muy mal. Pierina corre y tira el globo por todo el salón y tengo miedo de que se manche con algo contaminante. Entramos en un cubículo diminuto. Trato de distraer a mi niña mostrándole cómo me atan el brazo pero no quiero que se asuste al ver cuando me pinchan o cuando sacan la sangre. A ella, el procedimiento la entretiene. Ya está. Pero, acá viene la complicación. La enfermera me dice: tenías que traer dos muestras de orina. Pienso en la anegación que hubiera sido dos tarritos de pis volcados en mi cartera, pienso en que si son dos tarritos, serían el primer y segundo pis de la mañana, ¿servirán lo mismo? No se lo pregunto porque le veo en la cara que ya terminó su cuota de cordialidad para conmigo. Me voy sabiendo que mañana tengo que volver a enfrentar al chico simpático con la humillación de saber que sabe que le mentí y que estuvo en contacto con mi pis. Esta vez espero cerrarlo mejor.