jueves

grande como un elefante

El martes a la noche, comida en la cama y canal estatal para ver la primera entrega del ciclo "200 años". El proyecto de canal 7 que nucleó de a pares a un director de cine y uno de teatro para realizar un telefilm. Reconozco que había generado muchas expectativas. Ver lo que pueden hacer juntos directores que me gustan de ambos campos me resultaba sumamente estimulante. No sé, tal vez por eso mismo es que la primera entrega me pareció tan mala.
La dupla Caetano / Muscari filmó Mujeres elefante con un elenco heterogéneo de actrices de cine y teatro como Celeste Cid y Julieta Vallina, Mimí Ardú y Jimena Anganuzzi. La ecuación me resultó más o menos así:

Miserabilismo de Adrián Caetano
+
Bizarrerie de José María Muscari
=
- Gus van Sant.
Igual, me encantó ver en la tele a actrices que suelo asociar a otros soportes y, en general, las actuaciones me resultaron lo mejor de la propuesta. El monólogo de Lola Berthet y su reflexión sobre Michael Jackson no tiene desperdicio. Por el contrario, la historia y los procedimientos narrativos para contarla me parecieron tan equívocos como anodinos. Otra vez la apelación sensiblera al trabajo de la fábrica. Entonces, aparecen las actrices posándose sobre un torno. Otra vez la recursividad mostrando desarrollos paralelos de la historia. ¿Cómo es posible que juntaran semejante cantidad de arbitrariedades previsibles? Si lo bizarro no genera extrañeza, se transforma en simple puerilidad con pretensiones artísticas.
¡Y la música! ¡Santo cielo! Cada vez que aparecían los acordes de Jealous gay, mi marido resoplaba y se iba a hacer otra cosa. Yo persistí hasta el final pero me pareció un tanto abusivo el uso de la cancioncita de Lennon como leit-motif. Y hablando de usos abusivos, me surge un pedido: por favor, dejen descansar a la Muy interesante. Está claro que este tipo de información ya les dio lo que tenía para dar. Esos usos de la trivia se deschavan como el relleno de cuando un personaje no tiene nada que decir. La sensación global que me quedó es que intentaron filmar Elephant pero se quedaron en El elefante trompita. Más allá de mis impresiones de esta primera entrega, yo sigo bancando al ciclo porque me sigue pareciendo una idea buenísima.

lunes

sobre Budín inglés, de Mariana Chaud

Dos mujeres que hablan de literatura. Se cuentan cómo empezaron a leer, qué libros les gustaban cuando eran chicas, cuándo y cómo fueron cambiando sus gustos literarios, se fueron introduciendo en otros géneros, probando con la historia, la filosofía, el esoterismo. Charlan.
Una pareja se separa y los libros que en su momento conformaron una sola biblioteca, de pronto están sobrando, ya no tienen lugar en ningún lado. Las diferencias de la pareja también se expresan en sus intereses literarios. Así se pelean. Las historietas son para él imprescindibles en su formación. Ella retruca con pasajes de Proust. Así se reconcilian.
En Budín inglés se recoge la experiencia de lectura de cuatro personas muy diferentes. El proyecto traía implícito un riesgo grande: caer preso de teorías de la lectura que hicieran de la obra un “Chartier para principiantes”; o uno mucho peor, perderse en la superficie de la importancia de la lectura (con mayúsculas) y repetir sloganes insulsos tales como “leer es un placer”. Sin embargo, Mariana Chaud sorteó todos esos obstáculos y logró, con inteligencia y sensibilidad, meterse con la experiencia íntima de cuatro personas físicas –la obra surgió dentro del ciclo Biodrama– y crear una historia, vínculos y disyuntivas de cinco personajes ficcionales.
Marta Lubos y Elvira Onetto están fantásticas (palabra que usaría Adela, personaje interpretado por Marta Lubos) y Santiago Gobernori nos hace reír con su composición del único no-lector de la obra, un idiota entusiasta tan desubicado como querible.
El jueves pasado se reestrenó Budín inglés en el Teatro del Pueblo y es una oportunidad, en especial aquellos que no la vieron, para no perdérsela.

Budín inglés
Dramaturgia y dirección: Mariana Chaud
Con: Santiago Gobernori, Laura López Moyano, Marta Lubos, Elvira Onetto, Esteban Sánchez Lamothe
Vestuario: Cecilia Allassia
Escenografía: Ariel Vaccaro
Iluminación: Matias Sendón
Música: Gabriel Barredo
Asesoramiento: Walter Jakob
Asistencia de dirección: Mara Guerra
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zárate

TEATRO DEL PUEBLO
Dirección: Av Roque Sáenz Peña 943
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfono: 4326-3606 / 4394-2639
Web: http://www.teatrodelpueblo.org.ar
Entrada: $20,00 - jueves - 21:00 hs

viernes

Nina: Supongo que depende también de cada personalidad. Yo vivo hace dieciocho años en tortuosa pasión e insulsa compañía, todo a la vez.

Angela: Qué bien.

Nina: No tanto porque te aburrís cuando no sufrís y no te aburrís cuando sufrís.

(fragmento de La Ropa, de Andrea Garrote.)

martes

Hace un tiempo, íbamos con mi marido en el auto a visitar a su abuela que vive en Ramos Mejía. Y en un semáforo de vaya una a saber qué barrio (me desentiendo cuando es otro el que maneja) descubrimos una casa de disfraces. ¿A quién se le ocurre poner un negocio de ese tipo? Más, ¿a quién se le pudo ocurrir ponerla allí? La cuadra tenía este paisaje: Chalet, chalet, chalet, Pantera Rosa desteñida, chalet, chalet, chalet, etc. Todo un misterio. Me di cuenta, además, de que nunca había visto disfrazado a mi marido. ¿Raro, no? Supongo que no es del tipo de los que se disfrazan. Me contó de una vez que su abuela le hizo un traje de pato para una fiesta en el Club Italiano. Recordaba con orgullo que la idea de unir dos gorras con visera para hacer el pico había sido suya. Él proveyó la logística; su abuela, la ejecución del proyecto.

El hijo de unos amigos de mis viejos tuvo una fase "Hombre araña" que le duró casi todo un año. Inquietante. Cada vez que nos visitaban, ahí estaba Manolito con su capita y su traje de nylon brillante. ¿Tenía capita? Fue todo un logro cuando, después del tercer asado, accedió a sacarse la capucha para comer. Pero para eso, tuvieron que pasar meses. La cosa es que Manolito no salía a la calle si no era con su traje de superhéroe, que lentamente se iba deteriorando. Y si lo confundían con Superman, le agarraba un ataque de llanto e indignación. Un día, sin explicaciones ni nostalgias, volvió a la ropa de civil.

A mí, nunca me fue demasiado bien con los disfraces. Ya lo conté varias veces pero fue una tortura ir a un colegio de chicas y ser la más alta del grado. Nunca "dama antigua", siempre "granadero"; nunca "negrita mazamorrera", siempre "gaucho matrero". Ya sabía yo que cuando se acercaba el 25 de mayo, lo mío eran los bigotes de corcho quemado y no el miriñaque y los peinetones.

Mi hermana le festejó el cumpleaños a su novio disfrazada de Mujer Maravilla. Había alquilado el traje, se había batido el pelo y estaba igual a Linda Carter. Tiempo después se peleó con ese novio. Eso sí, a sus dos hijos varones no se les va el Edipo ni con un exorcismo.

Paré el 15 y me subí corriendo porque llegaba tarde para comer con mis viejos. Ya había anochecido pero era temprano. Distraída en mi propio apuro, noté que pasaba algo raro pero tardé un tiempo en darme cuenta de qué era lo que andaba mal. Parada al lado mío estaba Caperucita Roja con su mini cuadrillé y sus trencitas con moñitos. Me enganchó las medias con su canastita de mimbre. La odié. Atrás mío, Frankenstein y un Drácula discutían acaloradamente sobre las desgracias de San Lorenzo. La mano peluda de un Hombre Lobo me hizo cosquillitas cuando pasó para el fondo. En el primer asiento, una enfermerita hot hablaba con una Morticia embarazada. La enfermerita le daba consejos sobre la maternidad y Morticia sudaba. Uñas negras, peluca, labios morados y vestido ajustado resultaban demasiado outfit para siete meses de embarazo. El 15 dobló en Santa Fe y se bajaron todos los disfrazados, dejándome a mí y a otros tres pasajeros más con la sensación de quedar desnudos.

Semana Santa me encontró en Punta, veraneando con Abrojito y marido. Nunca en mi vida hice tan mal un bolso. Supongo que me creí todo lo que muestran las revistas sobre "Punta del Este" y resultó tan brutal el choque con mi propia cotideaneidad que me reventó la cabeza y quedé medio grogui para elegir la ropa. Llevé sólo musculosas, ningún short, un ponchito peludo, un vestidito liviano que nunca uso y hasta me olvidé las ojotas. Desastre. Pocas veces me pasó sentirme todo el tiempo disfrazada. Disfrazada de familia tipo en vacaciones, disfrazada de madre y esposa, disfrazada de mujer en paseo de compras, disfrazada.

jueves

el triple

Una frase suelta en el último libro de María Moreno me trajo un recuerdo tan banal como inquietante. La cita está en uno de los capítulos que más me gustó de Banco a la sombra y dice así: "El señor Plaza me dijo que al andar por el mundo aumentaba la posibilidad de encontrarnos con nuestros dobles y los de nuestros amigos, más aun en los países desde donde habían migrado sus ascendientes".
Una de mis experiencias más raras con los dobles no la viví yo sino justamente mi doble.
Tengo una falsa hermana melliza.
Ella fue la protagonista de esta historia y el lugar, la estación de ómnibus de Tres Arroyos. La historia empezó una noche de verano cuando mi hermana estaba esperando el colectivo que la trajera de vuelta a Buenos Aires. Esos viajes suelen tener horarios tipo 23:45 y uno nunca sabe muy bien qué se puede hacer en Tres Arroyos hasta esa hora.
Tanto es así que otra vez, también con esa misma hermana, nos quedamos charlando en uno de los bancos de la estación y era invierno y hacía frío y el colectivo, que venía de Bahía Blanca, estaba tardando demasiado. Cerca de la una de la mañana fuimos a reclamar y nos dijeron que el micro había llegado a horario y se había ido sin nosotras. Nos quejamos pero ya no había nada que se pudiera hacer.
Bueno, la cosa es que mi hermana estaba esperando el colectivo y se le acercaron dos chicos y una chica, le dijeron que eran de Bariloche y le pidieron permiso para sacarle una foto. Mi hermana que estaba en una etapa muy anti-fotografía se negó rotundamente. La chica fue a llamar a otra chica y así, se fueron acercando otros más a ese grupo y cada vez que la veían decían cosas como "no lo puedo creer", "es re-igual, boludo". Le siguieron insistiendo porque, al parecer tenían un amigo, varón, llamado enigmáticamente "El Cholito", que era su vivo retrato. Con esa información extra, mi hermana los sacó cagando.
A pesar de que el parecido no es ni de lejos asombroso, yo siento que tengo en mi hermana a mi doble. Nos pasó varias veces que nos confundieran. Alguna amiga que no veíamos hacía mucho que nos cruzó por la calle y nos vió "cambiadas". Algún que otro novio que quedaba desorientado cuando nos prestábamos la ropa y hasta el chico que vendía pan en la facultad que está convencido de que mi hermana estudió Letras (durante cinco años tuve que responder sobre la vida de amigos de mi hermana a los que yo ni siquiera conocía).
Aun hoy me inquieta saber que en algún lado de Bariloche existe un hombre que tiene la cara de mi hermana, que también, en parte, es mi cara.