jueves

Nos preparamos, nos reunimos, nos saludamos y comimos. Se repartieron los regalos y brindamos, miramos los fuegos artificiales, bailamos algo, nos peleamos otro tanto y cada uno para su casa. Hoy, habiendo dormido poco, juntamos los restos del vithel toné en un tuper y partimos a la costa. Sólo unos días, hasta el fin de semana. Me gusta la playa y el bosque y pasar estos días acá.
Después de jugar en la arena con mi hija y respirar aire húmedo y fresco, prendo la compu ilusionada y ocurre el milagro: tengo acceso a un wi fi ignoto (ya lo sé, "milagro" puede parecer mucho pero mis expectativas cada vez son menores) y ahí me entero que se murió Pinter y esa noticia me entristece. 
 

jueves

compras navideñas 1

Esta es la primera navidad de Pipi, la primera que realmente espera, sabiendo de qué se trata. Supongo que por eso también será la más recordada. El año pasado era todavía muy chiquita y la tomó totalmente por sorpresa. Nosotros estábamos muy cansados. En verdad, no fue un festejo.
En cambio esta vez, mi hermana, abusando de sus influencias, consiguió a último momento alquilar un traje de Papá Noel que mi padre sudará estoicamente. Vendrán todos a casa, habrá comida y baile.
Hace unos días le pregunté a mi niña qué quería de regalo y me respondió con la lista de cosas que había recibido mi sobrina la navidad pasada: una tabla de Barbie, un teléfono de Barbie y agregó otras por su cuenta el dinosaurio de Toy Story, el chanchito de Chicken Little. Ahh, chucherías dije yo y me fui al tumultuoso barrio de eleven a comprarle a unos chinos todo lo que me llenara los ojos. Quiero aclarar que gran parte de mi esfuerzo como madre consiste últimamente en tratar de reducir el impacto de las princesas en la vida de mi niña (todos sus juguetes se dividen en princesas durmiendo y en príncipes besando, y lo que es peor, hace un año que no logro ponerle pantalones). En vez de un castillo conseguí una casita de muñecas plegable con sus mueblecitos y sus habitantes, una familia de plebeyos (se pliegan, son como play móbiles). También dos muñequitas para jugar y, claudiqué ante una carroza con un pegaso alado y una princesita. Por último, una varita mágica luminosa, una pelota, masa y un juego completo de baldes, palas y molinitos para jugar con arena y agua. Chucherías. Son todas cosas con las que me entusiasma jugar con ella. Volví a mi casa feliz. Escondí todo y a esperar.
Pero, siempre hay un pero. Hoy mi marido vino con que había visto una Barbie Mariposa, que para ser original no era tan cara (mentira, yo sé que es carísima) y que le gustaría regalársela. Ante mi negativa, me retrucó que él no le había comprado nada, que también era su hija y que era lo que ella más quería. ¿Es que no supe interpretar el deseo de mi hija? Me dejó sin palabras, en un estado de contradicción insalvable: no tengo derecho a pasar por encima de las ganas de un padre de hacer el regalo que más quiera, con el agregado jodido de que me hizo sentir una pichulera, que compra porquerías en vez buscar lo mejor para su hija. Y se fue porque llegaba tarde. 
Al rato no pude más y lo llamé al celular y le largué todo un speech sobre mis objeciones ideológicas sobre gastar esa plata en esa muñeca con toda la carga semántica que trae aparejada, y de la responsabilidad como padre y del rol de la mujer en la sociedad y... me largó la carcajada. Nos reímos los dos, es cierto, pero nos quedó una conversación pendiente.

miércoles

La de las fiestas es la peor época para escribir, dice él. Yo asiento pero no comparto, tanto. El calor, la desconcentración sí ya sé, la gente que te quiere ver, reunirse, comer, esas cosas. Ya compré los regalos, ya organicé la comida de navidad (mentira, vienen todos a casa y todavía no tengo idea qué voy a servir) y hasta trato de explicarle a pipi una vez más que, aunque venga papá noel, acá no nieva. La desconcentración me viene de antes. Este año publiqué mucho pero escribí poco. Otras exigencias. Falta de autoexigencia, dice él. En eso no comparto pero asiento. Tiene razón. No actualizo desde abril! y recién ahora estoy extrañando. Será cuestión de retomar.

miércoles

Y ahora cómo sigue?

Terminé la novela y me enfermé. Estoy en la cama. Mocos, tos perruna, dolor en todo el cuerpo. Seguramente voy a tener que reescribir bastante. Pero por ahora, sólo puedo pensar en curarme: descanso y tecitos con miel.
Primera vez que dono sangre. Según parece, alcancé la edad y el peso requeridos. Después de completar un cuestionario larguísimo donde preguntaban cosas como:
"ha usado ultimamente drogas ilegales por vía intravenosa": no
"ha pagado por sexo": nunca es gratis.
"se ha hecho tatuajes o perforaciones en la piel de manera poco segura": ¡espero que no!
Nos hicieron pasar a una habitación, luz de tubos fluorescentes y azulejos blancos. Ya me sentía enferma. Me toman la presión. 9,6. Es normal, les digo. Nos acomodan en unos sillones reclinables. Ya los quisiera en mi casa, tal vez con otro tapizado. La enfermera se acerca con una aguja gruesa como un caño. Mi brazo se ve finito en comparación. Me quejo. Respiro hondo. Me clava esa aguja de tejer en dos tiempos y después empieza a brotar la sangre, bien roja. Abrir y cerrar la mano al compás de la bomba que extrae.
Pregunto si es cierto que mi sangre vale doble. Como soy 0 - parece que le puedo donar a todos pero sólo puedo recibir de ese grupo y factor. A la enfermera se le abren los ojos, se entusiasma como un vampiro goloso. Lamento haber dado esa información durante la extracción. No me sobra tanta como para que me saquen demás. Mientras espero, así recostada toso delicadamente de costado y me hago la película. Ahora soy una heroína romántica y tuberculosa durante una sangría.

martes

la tele engorda

Hoy lo vi a Sawyer. Yo estaba esperando el colectivo y él venía caminando y cruzó por el medio de la calle en diagonal hacia mí. La verdad es que me decepcionó un poco. Era Sawyer pero sin el glamour de la tele. Tenía el mismo pelo lacio, rubio y grasoso peinado con raya al medio. Tenía la barba dura y renegrida de un par de días. Tenía la misma camisa de jean. Hasta el mismo físico. El problema es que la realidad de Montevideo y Sarmiento le había sacado todo el sex-apeal. Lejos de ser el superchongo sensible y rudo que me encanta en la serie; en persona, hasta me dio un poco de asquito.

viernes

pregunta

¿Cómo hacen en Mc Donalds para que les salga grasosa una ensalada de lechuga?