jueves

primavera y novedades

En el jardín, las seños se la pasan pegando flores de goma eva, un invento propiamente del demonio. Sí, Pipi finalmente se curó de todas sus pestes y reincidimos. El tema es que me parece que son demasiados pibes en la salita. Eso me preocupa. No sé si son mis temores de madre primeriza pero siento que en vez de al jardín la estoy llevando a un curso de defensa personal. Yo trato de enseñarle a que esquive los golpes y que, en todo caso, sea ella la que surta. Lo que me deja tranquila es que mi niña es de las más altas y con el carácter que tiene, no la van a pasar por arriba así nomás.
Tengo otras novedades. La primera es que me puse un piercing. Sí, a esta edad! No se puede creer. ¿Será que me agarró un ataque primaveral de pendevieja? Fue este domingo. Como todavía Nico estaba de viaje, fui a comer a lo de mis papás. Estaban todos mis sobrinos y después cayeron mis hermanas y mi cuñado. Mi hermana menor había alquilado unas películas (el videoclub de ella es una gloria). Pusieron Duro de matar 4 pero por esas cosas de la piratería la película estaba doblada al ruso. Era muy gracioso escuchar a Bruce Willis decir algo así como "spaciva" mientras luchaba contra los hackers. Después llegó Cristo, un amigo de mi hermana, que se dedica profesionalmente a tatuajes y piercings. Me convencieron entre mi hermana y su sobrina. Cada una se agujereó una parte de su cuerpo y yo no podía quedar de oyente. Igual, me queda bonito y no dolió (¿debería haber dolido para que sea genuino?).
La última novedad es que ya tengo fecha para defender la tesis. Va a ser el 12 de octubre. Así que si todo sale bien, el próximo día de la raza voy a terminar de una vez por todas con la bendita maestría.

adiós a la freidora

El lunes pasado mi marido se apareció con una notebook de regalo. Me mató de amor. Toda una sorpresa. Así que finalmente cambié la freidora en la que escribía por una que hace ruidito a presurización de avión.

sábado

misantropía

Aprovechando que nos quedábamos solas el fin de semana, junté ropa, juguetes, libros, anteojos de sol (qué ilusa) y me fui al country de mis viejos. Entre que no paró de llover desde que llegamos y que es el año nuevo, no vi a nadie desde que llegué. Me genera una sensación extraña, casi tristeza, ver todas esas instalaciones sin que nadie las use nunca. Parece un cuento de Bradbury, el fin de la humanidad en los suburbios de Ezeiza. Las canchas de tenis vacías. La pileta climatizada vacía. El vestuario vacío. El salón de usos múltiples, la cancha de básquet, las canchas de fútbol y paddle, vacías. Las luces de encienden a determinada hora. El sauna se calienta pero nadie lo usa. El autito de la seguridad privada hace su circuito mecánicamente. Nadie. Me dan ganas de correr, usar indebidamente, abusar de tanto espacio vacío. Pero aprovecho que mi niña está distraída aporreando unos muñecos y sueño con encender un fuego para sentarme decimonónicamente a terminar de leer una novela. Algunos inconvenientes me salen al cruce. No quedan diarios ni tronquitos pequeños, sólo dos grandes y una revista. Todo un desafío. Consigo un par de piñas pero están mojadas. Aunque las pongo en el tostador no se terminan de secar. La cosa se complica. Cada vez que me agacho a tratar de prender el fuego, Pipi salta sobre mi espalda para que le haga caballito. Esta noche tendré un ataque de siático. Además terminé de comprobar que la Revista Luz no sirve ni siquiera para quemarla. Me frustro. No me quiero dar por vencida, seguramente reincidiré más tarde. Por ahora me conformo con un té y me abandono a esa extraña sensación de soledad.

pierina empezó el jardín


Después de escuchar una y otra vez que mi mamá, mis hermanas, mi suegra, mis amigas y mi analista me repitieran hasta el cansancio que estaría bueno que Pipi fuera a un jardincito, que interactuara con otros nenes, que no viera tanta tele, que despegara un poco de mí, bla bla bla... finalmente lo hablamos con mi marido y nos decidimos. Hice una research por el barrio y elegí el que queda más cerca de casa.

¿Cómo decirlo? La adaptación fue un asco.

Fuimos el lunes: mochilita con los útiles (toallita, pañales y mamadera). Mucha emoción porque ahí empezaba su larga y futura carrera en la educación formal. Fuimos los tres, pero me quedé yo sola en la salita con ella. Pipi disfrutó de jugar con bloques. A los otros nenes no les dio ni pelota salvo cuando se acercaron a su mochila y ahí chilló como un chancho. Lo que más le gustó fue esconderse dentro de una caja que había en el patio y espiar desde ahí. Estuvimos poco más de media hora.

Quedó exhausta.

Se durmió sin comer.

Al otro día amaneció con fiebre. Muchas emociones para un solo día. Estaba hecha una piltrafita. Se quedó en casa tosiendo, con mocos y fiebre, mirando la tele.

El miércoles amaneció mejor. Me contó que había soñado con el jardincito. Eso me decidió. No tenía fiebre.

Reincidimos.

Pero ya no me gustaba tanto que se le acercaran los compañeritos. Si tenían mocos, yo trataba de distraerlos y que fueran a jugar lo más lejos posible. Apártese de mi hija, bicho infecto, pensaba. Esos nenes se me hacían como pringosos e itinerantes cúmulos de enfermedades. Supuse que si los atacaba con Lysoform había un par que desaparecían (con explosión y todo como la propaganda de Raid). También supe que esa sensación de aprensión me iba a acompañar toda la vida escolar de Pipi, tal vez hasta se agrave durante su adolescencia.

Odio a todos y cada uno de los que me convencieron para llevarla al jardín, odio a las madres que "porque tienen que trabajar" mandan a sus hijos infectocontagiosos a babosear los juguetes que tocará mi hija, odio no poder cumplir mi fantasía de rociar con lysoform todo lo que vaya a acercársele, odio tener que cortar el bendito cordón umbilical.

A la noche, vi que mi niña tenía unas legañitas.

Jueves a la mañana, los ojos rojos.

Jueves a la tarde, oculista: conjuntivitis. El resfrío además empeoró: más tos, más mocos, más fiebre. Se pasó todos estos días encerrada en casa viendo la tele y sintiéndose para el culo.

A pesar de esto, la semana que viene parece que volveremos.