domingo

El matrimonio en cuestión

Se estrenó en el teatro Metropolitan 2 El descenso del monte Morgan, una de las últimas obras de Arthur Miller. Allí se cuenta la historia de Lyman Felt, un vendedor de seguros cincuentón y exitoso cuya vida da un vuelco inesperado. Al sufrir un accidente automovilístico deja al descubierto su sonoro caso de poligamia. La prensa se hace un festín. Las historias de adulterio tienen siempre ese gusto especial de lo prohibido. Al mismo tiempo, las dos mujeres de Lyman repasan su historia para tratar de entender cómo fue que pasó. En su tratamiento social y moral del matrimonio, Miller vuelve a echar mano a aquellos recursos que tanto resultado le dieran en el pasado. Un hombre psicológicamente complejo, en el momento más vulnerable de su vida, no ceja un átimo en sus motivaciones expresadas a través de una lógica imbatible. Aunque la obra avanza planteando un acertado relativismo, el dilema moral en el que se apoya termina siendo unívocamente masculino, tanto como las risas que se escuchan en la platea. En la lógica del polígamo si él es feliz, puede hacer felices a las mujeres que ama y esa es la verdad que lo lleva a mentir.
La obra sigue el punto de vista de Lyman, que, postrado en su cama de hospital, imagina las situaciones que vemos en el escenario: El encuentro entre la puritana Theo, una siempre elegante Carola Reyna, y la pragmática Leah, cuya intensidad le cuadra muy bien a Eleonora Wexler. A partir de ágiles diálogos repasarán los momentos clave de cada relación y hasta la utopía de una vida en común que articulara un triángulo de celos y deseo por igual. Oscar Martínez se muestra lo suficientemente seductor como para entender el amor que despierta en esas dos mujeres e igualmente obstinado a la hora de vivir su peor pesadilla. Lyman no quiere dar el brazo a torcer. Fueron nueve años de sostener dos hogares. No desea arrepentirse más allá del dolor que causara a sus esposas. No es un descenso. Se convierte en una caída libre que termina dejándolo más solo que nunca. Pero la tragedia de Lyman no se resuelve en el escenario. Los espejos de la bella y austera escenografía son una última provocación. Le queda a la platea allí reflejada responder cuánto de este planteo le toca en su intimidad.

El descenso del Monte Morgan, de Arthur Miller
actúan: Ernesto Claudio, Gaby Ferrero, Malena Figo, Oscar Martínez, Carola Reyna, Eleonora Wexler.
Escenografía: Alberto Negrín
Dirección: Daniel Veronese
TEATRO METROPOLITAN 2
Av. Corrientes 1343, Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Reservas: 5236-3000
Web: http://www.teatrometropolitan.com.ar
Domingo, Miércoles, Jueves y Sábado - 20:00 hs
Viernes - 20:30 hs
Sábado - 22:00 hs

jueves


ACTIVIDADES EN LA CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES:
DE 11 A 13 HORAS, EN CONGRESO (ENTRE RÍOS Y RIVADAVIA)
Intervención urbana con siluetas
dramatizaciones
radio abierta
recolección de firmas,
concentración de todas las firmas reunidas
La Red Nacional de Medios Alternativos transmite en vivo la acción por Internet

Un Miller en la calle Corrientes



En la guerra, los jóvenes mueren y los viejos hacen negocios. Las madres lloran a sus muertos, las novias perpetúan en el tiempo su duelo, hasta que lentamente se vuelve a la vida normal. Todos eran mis hijos comienza una apacible mañana de verano al final de la Segunda Guerra. Un jardín tan artificial como la estética impecable y homogénea de las casas de película o las que vemos en algunos countries. Salvo por un detalle que desentona, un triste arbolito quebrado en varias partes, símbolo obvio de lo que vendrá. Escrita en 1947, es una obra temprana de Arthur Miller, todavía instalado en un realismo crudo. El protagonista es un comerciante exitoso que sufre el peso de encubrir una decisión negligente, tan pragmática como criminal. Joe Keller, un bonachón Lito Cruz, vive en un armonioso equilibrio tratando de dejar atrás la muerte de uno de sus hijos en la guerra y la posible condena por haber vendido al ejército material defectuoso.
En las épocas del liberalismo más extremo, se repetía eso de que la plata no se hace trabajando. No es el caso, Joe es un hombre de otro tiempo. Más allá de entramar un apretado puzzle ideológico, cabe preguntar ¿cómo resuenan estos razonamientos hoy en la Buenos Aires del Bicentenario? ¿Siguen teniendo la actualidad que parecieran endilgarle?
Tolcachir, como adaptador, privilegió depurar las posiciones contrapuestas. Usando un registro fluido y neutro que le va bien a la ambientación histórica. Como director, apoyó su labor en la calidad interpretativa de sus actores. Usando principalmente el diálogo para hacer avanzar la acción, se van delineando los distintos personajes junto con los intereses que los mueven. Cada uno sostiene con lógica inquebrantable su propia ley: la del dinero, de la familia, de la guerra, de la muerte, de dios. El problema es que son irreconciliables. Un elenco parejo donde se luce especialmente Marina Bellati.
La obra postula con claridad la denuncia a una sociedad cómplice y la pervertida lógica de un capitalismo que lleva a que padres asesinen a sus propios hijos. No es tan diáfano aquello que la pieza deja ver, entre otras cosas, la profunda misoginia del autor, algo que lamentablemente excede la reconstrucción de época.


Todos eran mis hijos
De Arthur Miller, adaptación y dirección Claudio Tolcachir
Con: Lito Cruz, Ana María Picchio, Esteban Meloni, Vaneza González, Federico D’ Elia, Carlos Bermejo, Adriana Ferrer, Diego Gentile, Marina Bellati
Teatro Apolo
Corrientes 1372
Miércoles y jueves 20.45 hs.
Viernes 21.15 hs.
Sábados 21.00 hs.
Domingo 20.30 hs.


Publicado en Tiempo Argentino, 25/05

sábado

el circuito recomienda

Desde Puerto Rico, el colectivo teatral
El Bonche presenta:
Caíllo Crú
en Argentina
con Cristian Nieves
dirección: Hegalis Ramos
DELBORDE ESPACIO TEATRAL

Chile 630
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4300-6201
Web: http://www.delborde.com.ar
Entrada: $ 25,00 y $ 20,00 - Domingo - 19:00 hs
Hasta el 25/07/2010

viernes

Fantasmas de la clase media

Reseña de Nuestros Padres, de Nayla Pose



El 26 de abril de 1905 la compañía de José Podestá estrenaba en Montevideo una nueva tragedia de Florencio Sánchez. Era un drama moral que mostraba las desgracias de un hombre de campo, ya viejo, que habiendo perdido en un pleito la propiedad de sus tierras era abandonado a su suerte por las mujeres de su familia. Luego de que la menor de sus hijas muriera tuberculosa, el anciano caía en la desesperación y el suicidio. Noventa y cinco años después, Nayla Pose y Claudio Quinteros ponen en escena una versión de Barranca abajo en clave “ocupa”.
Nuestros padres comienza instalándonos como espectadores en la angustiante precariedad de los personajes. Entramos a tientas a la pequeña sala de El Brío, sin percibir con claridad dónde estamos siendo conducidos. Luego, ya ubicados en las butacas, podemos disfrutar de la función. Lo que vemos es inquietante. Los miedos más oscuros de la clase media postcrisis suben todos juntos a escena: el acecho de la miseria y la desprotección. El fantasma de quedarse sin casa, sin comida, sin abrigo. Vemos cómo tres hermanas se meten de intrusas en una casa deshabitada. Todo está sucio, todo es basura. Están huyendo de la acechanza de la salida “fácil”. Un intento fallido de ponerse a salvo. Se habían convertido en un blanco apetecible a las redes de prostitución. Ya no son el viejo Zoilo por un lado y las mujeres por el otro. La desmesura trágica del padre es absorbida por el personaje de Rosa, la hija mayor. Ella recibe las quejas de las otras dos, no tan seguras de haber tomado la decisión correcta. Lo moral, en este caso, se apoya en el punto de vista generacional citando la famosa frase de Jean-Paul Sastre “La libertad es lo que haces con lo que te han hecho”. No hay padres, hay responsabilidad. Desde la dramaturgia se refuerza esta cuestión revirtiendo el título de otra obra de Sánchez, Nuestros hijos. Queda del original el planteo moral del conflicto, la degradación y desamparo de los personajes y también el realismo como una marca de estilo que se impone. El teatro de Florencio Sánchez deja su impronta al querer reproducir en escena dichos y situaciones de la vida real e imprime su estética naturalista a la actuación por sobre los requerimientos de la puesta. Nuestros padres resulta así una actualización urbana del recordado clásico.

Nuestros padres
de Nayla Pose
con: Lucía Aráoz de Cea, Georgina Hirsch, Santiago Lozano, Mariana Paz, Jennifer Permuy, Paz Rotoni
Vestuario: Mariana Paz
Asistencia de dirección: Victoria Flores Beltrán
Prensa: Carolina Alfonso
Supervisión dramatúrgica: Patricia Zangaro
Dirección: Nayla Pose, Claudio Quinteros
Web: http://nuestrospadres-elbrio.blogspot.com/

EL BRÍO - ESPACIO DE INVESTIGACIÓN TEATRAL
Guatemala 5092
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4771-7005
Entrada: $ 30,00 y $ 20,00 - Viernes - 21:30 hs

martes

Revisión histórica en clave musical




A partir de alusiones a los hechos históricos ampliamente conocidos, Lovely revolution pone en cuestión lo más anquilosado del discurso escolar celebratorio de la gesta revolucionaria. Algo muy a tono con estos días de festejo patrio. Esta tertulia musical fue escrita por Enrique Palatino. La música es de Pablo Dacal. El espacio escénico, agradable y austero, destaca el aura de los instrumentos musicales. Una pequeña orquesta de cámara con violín, violoncello, clarinete, oboe, clarón y corno inglés. Lovely. La primera canción se estructura a partir de juegos de palabras sobre la famosa Jabonería de Vieytes: las virtudes purificantes del jabón y lo sucio de ciertas acciones y tramoyas que se están organizando. Para narrar los hechos se fusionan las tertulias revolucionarias, de carácter político, con aquellas otras, las literarias, organizadas por Mariquita Sánchez. Con una gran economía de recursos se logra contar una historia de manera entretenida y llevadera.
Lovely revolution traza, además, la semblanza de un personaje histórico y permite conocerlo en su intimidad. Enrique Palatino compone a un Mariano Moreno apasionado, enardecido por las circunstancias históricas que lo tienen como protagonista, en sus aciertos, en su espíritu indomable y también en su ingenuidad jacobina. Fusión de La Historia, así, con mayúsculas, con la vida privada. La obra presenta también la historia de un vínculo: las cartas de amor que Guadalupe Cuenca enviara a su marido muerto en altamar.
Por último, se presenta también una tesis histórica. La obra funciona a partir de contrastes: lo limpio, lo sucio; la pasión, la astucia; la revolución, el oportunismo; la virtud, la lascivia; lo público, lo privado. Allí está la tesis que propone el espectáculo. Sin sutilezas. Como las veces que Moreno se dirige directamente al público con preguntas directas, desafiantes que son toda una lectura del presente. El título en inglés remite directamente al personaje interpretado por Enrique Dacal que cobra protagonismo desde la periferia, acompañando los hechos y beneficiándose sin importar el resultado. Lovely revolution es, en definitiva, la historia de un pasaje, como concluyen alegremente cantando los actores, de “lo negro del barro al blanco del mito”.
Correspondencias: Guadalupe Cuenca le escribió a su marido con pasión y desvelo mientras él viajaba en barco a Inglaterra. Viuda sin saberlo desde su primera línea, retrata a un Moreno en la intimidad. Estas cartas fueron llevadas a escena por una creación colectiva del Teatro Payró. Cartas a Moreno se estrenó con dirección de Felisa Yeni en 1987.

Lovely Revolution
Teatro de la Comedia
web: http://www.lacomedia.com.ar
Rodríguez Peña 1062
Domingos 20 hs.


Publicado el 16 de mayo de 2010 en Espectáculos de Tiempo Argentino.

jueves

mujeres terribles


Con la inauguración de la muestra fotográfica en el Centro Cultural San Martín y dentro del marco de la Feria del Libro, comenzó Mujeres en la literatura, un ciclo que incluye teatro, conversatorio y galería de retratos.





La propuesta es múltiple. Se da un extraño juego en la sucesión de eventos: primero, la galería de fotos de escritoras; luego Mujeres terribles, una obra de teatro sobre la relación entre Silvina Ocampo y Alejandra Pizarnik. Por último, la charla íntima coordinada por Susana Reinoso. En la muestra curada por Sara Facio vemos a una Alejandra aniñada y juguetona frente a una enorme máquina de escribir. En la obra, Noemí Frenkel encarna a la autora del Árbol de Diana más ronca, más oscura, con sus eternos problemas para dejar de fumar. En el coloquio, Solange Camaüer reflexiona sobre la actualidad de la obra poética en Pizarnik señalando en qué consiste esa “primera persona del singular herida” y tendiendo lazos a las escrituras del yo y las redes sociales digitales. En las fotografías, vemos a Silvina Ocampo, escondida detrás de un atril. Reconocemos sus característicos anteojos de marco grueso. Su cuerpo, algo avejentado, algo ganado en kilos, no logra ocultarse ni, por ello, dejar de sonreír. Contrasta con la figura espigada de Marta Bianchi en la obra y la composición del dolor profundo que le trae un matrimonio desdichado. En el conversatorio, Elsa Osorio se centra en el relato “La continuación”, cuyo narrador elude toda marca de género. Un gesto tan ambiguo como el de Silvina que se esconde y desafía al mismo tiempo. En Mujeres terribles las penurias y miserias personales, la veracidad sobre tal o cual dato biográfico, no revisten otro atractivo más que el de visitar los acostumbrados consensos sobre el oficio de la escritura y lo atormentadas que vivieron. Retratarlas en su intimidad pareciera acrecentar la distancia. Se las convierte en heroínas románticas, las “enfants terribles” a las que se refiere el título. El bronce del monumento se empeña en ocultar su potencia revulsiva. Porque estas escritoras fueron mujeres de armas tomar. Es por eso que cuando aparecen los poemas y textos de Alejandra y Silvina, la obra adquiere un vuelo poético conmovedor. Al final del coloquio, alguien del público pregunta si hay algo intrínsecamente femenino en las autoras. Afortunadamente, en la respuesta se pudo eludir todo predecible lugar común.