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Un Miller en la calle Corrientes



En la guerra, los jóvenes mueren y los viejos hacen negocios. Las madres lloran a sus muertos, las novias perpetúan en el tiempo su duelo, hasta que lentamente se vuelve a la vida normal. Todos eran mis hijos comienza una apacible mañana de verano al final de la Segunda Guerra. Un jardín tan artificial como la estética impecable y homogénea de las casas de película o las que vemos en algunos countries. Salvo por un detalle que desentona, un triste arbolito quebrado en varias partes, símbolo obvio de lo que vendrá. Escrita en 1947, es una obra temprana de Arthur Miller, todavía instalado en un realismo crudo. El protagonista es un comerciante exitoso que sufre el peso de encubrir una decisión negligente, tan pragmática como criminal. Joe Keller, un bonachón Lito Cruz, vive en un armonioso equilibrio tratando de dejar atrás la muerte de uno de sus hijos en la guerra y la posible condena por haber vendido al ejército material defectuoso.
En las épocas del liberalismo más extremo, se repetía eso de que la plata no se hace trabajando. No es el caso, Joe es un hombre de otro tiempo. Más allá de entramar un apretado puzzle ideológico, cabe preguntar ¿cómo resuenan estos razonamientos hoy en la Buenos Aires del Bicentenario? ¿Siguen teniendo la actualidad que parecieran endilgarle?
Tolcachir, como adaptador, privilegió depurar las posiciones contrapuestas. Usando un registro fluido y neutro que le va bien a la ambientación histórica. Como director, apoyó su labor en la calidad interpretativa de sus actores. Usando principalmente el diálogo para hacer avanzar la acción, se van delineando los distintos personajes junto con los intereses que los mueven. Cada uno sostiene con lógica inquebrantable su propia ley: la del dinero, de la familia, de la guerra, de la muerte, de dios. El problema es que son irreconciliables. Un elenco parejo donde se luce especialmente Marina Bellati.
La obra postula con claridad la denuncia a una sociedad cómplice y la pervertida lógica de un capitalismo que lleva a que padres asesinen a sus propios hijos. No es tan diáfano aquello que la pieza deja ver, entre otras cosas, la profunda misoginia del autor, algo que lamentablemente excede la reconstrucción de época.


Todos eran mis hijos
De Arthur Miller, adaptación y dirección Claudio Tolcachir
Con: Lito Cruz, Ana María Picchio, Esteban Meloni, Vaneza González, Federico D’ Elia, Carlos Bermejo, Adriana Ferrer, Diego Gentile, Marina Bellati
Teatro Apolo
Corrientes 1372
Miércoles y jueves 20.45 hs.
Viernes 21.15 hs.
Sábados 21.00 hs.
Domingo 20.30 hs.


Publicado en Tiempo Argentino, 25/05