jueves

mujeres terribles


Con la inauguración de la muestra fotográfica en el Centro Cultural San Martín y dentro del marco de la Feria del Libro, comenzó Mujeres en la literatura, un ciclo que incluye teatro, conversatorio y galería de retratos.





La propuesta es múltiple. Se da un extraño juego en la sucesión de eventos: primero, la galería de fotos de escritoras; luego Mujeres terribles, una obra de teatro sobre la relación entre Silvina Ocampo y Alejandra Pizarnik. Por último, la charla íntima coordinada por Susana Reinoso. En la muestra curada por Sara Facio vemos a una Alejandra aniñada y juguetona frente a una enorme máquina de escribir. En la obra, Noemí Frenkel encarna a la autora del Árbol de Diana más ronca, más oscura, con sus eternos problemas para dejar de fumar. En el coloquio, Solange Camaüer reflexiona sobre la actualidad de la obra poética en Pizarnik señalando en qué consiste esa “primera persona del singular herida” y tendiendo lazos a las escrituras del yo y las redes sociales digitales. En las fotografías, vemos a Silvina Ocampo, escondida detrás de un atril. Reconocemos sus característicos anteojos de marco grueso. Su cuerpo, algo avejentado, algo ganado en kilos, no logra ocultarse ni, por ello, dejar de sonreír. Contrasta con la figura espigada de Marta Bianchi en la obra y la composición del dolor profundo que le trae un matrimonio desdichado. En el conversatorio, Elsa Osorio se centra en el relato “La continuación”, cuyo narrador elude toda marca de género. Un gesto tan ambiguo como el de Silvina que se esconde y desafía al mismo tiempo. En Mujeres terribles las penurias y miserias personales, la veracidad sobre tal o cual dato biográfico, no revisten otro atractivo más que el de visitar los acostumbrados consensos sobre el oficio de la escritura y lo atormentadas que vivieron. Retratarlas en su intimidad pareciera acrecentar la distancia. Se las convierte en heroínas románticas, las “enfants terribles” a las que se refiere el título. El bronce del monumento se empeña en ocultar su potencia revulsiva. Porque estas escritoras fueron mujeres de armas tomar. Es por eso que cuando aparecen los poemas y textos de Alejandra y Silvina, la obra adquiere un vuelo poético conmovedor. Al final del coloquio, alguien del público pregunta si hay algo intrínsecamente femenino en las autoras. Afortunadamente, en la respuesta se pudo eludir todo predecible lugar común.