miércoles

y seguimos con el festival

Esta vez, le tocó el turno a Noche de reyes. Fui el viernes, con bastantes expectativas: una comedia de Shakespeare, una compañía rusa, un director inglés... La cosa prometía.
Primera apreciación: al leer el programa de mano, advertí que el elenco estaba integrado sólo por hombres. Así que además vería un auténtico teatro isabelino (aunque en ruso).
Prometían "una puesta que muestra toda la belleza y picardía de esta comedia de Shakespeare, llena de enredos y equívocos hilarantes, en la que el amado nunca es lo que parece, ya que suele esconder bajo un disfraz su verdadera identidad."
¿Qué fue lo que me encontré? Una puesta si se quiere bastante tradicional, sutil y estilizada, donde primaban las actuaciones (sin duda muy buenas), pero también donde, si lo que importaba era el disfraz, la decisión fue neutralizarlo. Hasta las medias amarillas de Malvolio (practical joke al que se ve sometido este personaje) quedaron disimuladas bajo un amplio jaquet blanco. El director no quería que nada rompiera la armonía cromática. Pero, ¿Noche de reyes es una obra de armonías? Más bien, yo creo que no y que esta decisión de puesta lo que logró fue neutralizar todo, incluso el género. ¿Dónde queda el disfraz? ¿Dónde, la performance?
En El espacio vacío, Peter Brook describe la actitud de ciertos críticos que, ante una puesta de Shakespeare, festejan o critican las decisiones del director, se aburren un poco y con repetir en voz baja sus parlamentos preferidos ya se dan por cumplidos. La puesta de Declan Donnellan me colocó por momentos en esa actitud. Como espectador, uno se ríe, disfruta de las actuaciones y a la salida se va a comer una pizza habiendo olvidado todo lo que vio.

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